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Sinopsis

  «De modo que aún queda un reposo para el pueblo de Dios… Procuremos, pues, entrar en ese reposo, para que nadie siga el ejemplo de los que desobedecieron» (Hebreos 4:9,11) El reposo de Dios. Si consideramos la vida tan agitada y ajetreada que llevamos, ese reposo pareciera algo muy bueno, ¿cierto? Pero, ¿de qué se trata exactamente y cómo entramos en Él? En los capítulos tres y cuatro de Hebreos se compara el reposo de Dios con la posesión de la Tierra Prometida por el pueblo de Israel. Esa tierra iba a ser un lugar donde todas las necesidades serían suplidas; un lugar donde serían libres de los ataques de sus enemigos; un lugar del que nadie podría sacarlos. Sólo debían entrar a la tierra y poseerla. Pero hubo algo que les impidió hacerlo: la incredulidad y la desobediencia. Como creyentes, nosotros también tenemos la oportunidad de entrar a una Tierra Prometida de abundancia y paz; una tierra donde podemos descansar de nuestras luchas y disfrutar de la victoria de Dios. Para entrar en ella debemos