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San Agustín y Santo Tomás, contemplaron la prostitución, como un mal menor de utilidad pública. La prostituta – no la cortesana – actuaba por penuria, siendo su labor una ayuda a las mozas que necesitaban tener ingresos. La alcahueta era por lo general, una antigua prostituta que pasaba de ganar con su cuerpo a ganar con el de otras mujeres, convirtiéndose para sus pupilas en una especie de Madre. En cambio el rufián era un perdonavidas, ladrón de profesión y a veces asesino, que se aprovechaba del trabajo de las mujeres de los “picos pardos” . Clara Alarcón